domingo, 8 de enero de 2012

El puente 30

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-"Su hijo trabajaba en el castillo, cierto?" -dijo Musiel mirando los ojos verdes de ese hombre. El viejo se levantó y mientras caminaba hacía la ventana con su tasa de té caliente continuó hablando. -"Si, ambos trabajamos en el castillo Musiel, yo más de 20 años y mi hijo apenas unos 2 años o quizás menos no lo recuerdo. Empezó a trabajar cuando tu fuiste a estudiar a Dünkenton." El hombre se quedaba callado observando el cielo rojo y volviendo a beber un poco de ese té de rosas azules, bueno para el estomago y las tristezas. No podía olvidar la mirada de su hijo, todos decían que era su retrato; su doble y para él... su mayor tesoro. -"Me lo arrebataron, aquellas fuerzas mágicas que yo conocía más nadie nunca creyó en mi, sólo alguien en este mundo comprendía esa magia por que la había visto conmigo hacía mucho tiempo atrás." -"¿Mi abuelo?" -"Si Musiel, tu abuelo y yo conocimos más cosas que muchos hombres y mujeres valientes que salían a inspeccionar el mundo, pero no supieron buscar en los lugares más obvios. Mundos que nadie imaginaba, seres que nadie podía creer que existiesen; todo lo vimos él y yo." -"Así que trabajando en el castillo usted pudo pasar tiempo con su mejor amigo no?" Musiel se paraba de la silla y caminaba hasta donde el viejo, con su tasa de té de rosas amarillas bueno para la vista y las penas. El viejo se volteo y mirándolo a los ojos unas lagrimas empezaban a formarse cubriendo las diminutas venas que pintaban lo blanco de sus ojos, como pequeñas telarañas sin habitantes o diminutos rayos de un cielo en su mirar. -"Yo cometí el peor de los errores en esos 20 años Musiel, pero aún antes de eso ya había errado y vivía errando desde que la conocí a ella." El joven jinete no entendía las palabras o quizás no quería encontrarles un sentido, así que se quedó callado esperando saber más de esa historia. -"Traicioné al hermano que nunca tuve, al compañero de mis locuras; de mis momentos. Traicioné a la familia que me había dado no sólo un trabajo, sino un hogar a mi y a mi recién nacido. La ame cómo no tienes idea Musiel y la sigo amando a pesar de que fuera el puñal que acabara con la amistad entre tu abuelo y yo. ¿Crees que quería ser jardinero? No hijo, nadie quiere vivir 20 años haciendo nacer flores para después matarlas y ponerlas cómo decoración en los cuartos de los hijos y nietos de la mujer amada." Musiel dejó caer la tasa de té, dejando regar la madera con ese liquido amarillo que poco a poco se extendía sobre el suelo llegando a tocar los zapatos de ambos hombres que se veían sin hablar. -"Usted fué el causante de que mi abuelo me dejara, de que mi abuelo se fuera." dijo el chico con el rostro rojo de cólera y tristeza, la mirada que cortaba como una navaja atravesaba los ojos de aquel anciano. Musiel dio la media vuelta y salió rápidamente de esa casa, Agatha logró salir por la pequeña ranura de una puerta que se cerraba con fuerza tras los dos. Musiel nunca más quería volver a tomar té en esa casa, nunca más.

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