Aun estando en el suelo Musiel tomó de nuevo la pequeña bolsa de farnela y la guardó otra vez en su chaleco. "Te lo quiero devolver, es tuyo." - "Sabes bien que no lo es."-dijo la voz de esa mujer vestida de negro que se volvía a acercar con el viento. "Yo te la di hace tiempo y quiero que la tengas, quiero entregarte así la libertad Lesia, por favor." Al oír su nombre la mujer lo vio entre asustada e incómoda. "No me digas así por favor, no digas mi nombre como si te fuera tan fácil hacerlo." En ese momento el pecho de él parecía a punto de dejar salir un corazón que latía enloquecido de miedo. "Sólo quiero que las cosas vuelvan a ser cómo antes, cómo cuando no te conocía y no vivía asustado de ti, de tu nombre; de tus recuerdos." La mujer sonreía y lo veía con descaro mientras él se volvía a poner de pie. "Sólo quiero que tu conserves el medallón, que era de tu madre y debe ser tuyo; tu sabes que eso te protege de mi Musiel y que es lo que te da la fuerza que en este momento muestras al ponerte frente a mi y exigirme cosas cómo si en tu corazón ya no hubiera ningún sentimiento hacia mi" - "Y lo hay, si hay un sentimiento Lesia, pero ninguno que quiera sentir por mucho tiempo." -"¿Odio?" -"Miedo." Los arboles secos se movían con el aire imaginario que aveces parecía no entraba en los pulmones de él, se sentía asfixiado y cansado de solo verla. "Tu sabes mis secretos querido." Y al terminar estas palabras de pronto el sintió una inesperada paz. "Ella esta pensando en ti."-susurro algo a su oído. Era Agatha que venía como un pequeño rayo de luz para esa obscuridad. "Y yo en ella, yo en ella."
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