sábado, 31 de diciembre de 2011

El puente 22

Nathanielle no tenía nada que llevarse más que la camisa de Musiel, de seda blanca con un bordado color rojo que delicadamente entraba por el blanco y salia haciendo como olas en los puños. Las lagrimas esta vez no salían, estaban cristalizadas en sus ojos, apenas queriendo mostrar señales de vida. La promesa de aquella próxima reina se cumplía, todas las tierras donde ella no fuera reina serían conquistadas; las tierras donde ella no tenia influencia ni poder debían ser deshabitadas, todo ser que fuera en contra de ella; desalojado. Las hadas desde un principio se habían negado a otorgar las tierras a ella, o a cualquier humano que quisiera conquistarlas, pocos sabían de esa tierra y Nathanielle se sentía totalmente culpable por lo que estaba pasando, por que a pesar de todo; ella sabía el verdadero motivo de esa reina para querer hacer sufrir a todas las hadas, pero más a una de ellas... a Nathanielle.
-"¿Sólo te vas a llevar eso?" dijo una de las hadas de aire que llevaba en una bolsa mágica todos sus libros de encantos, algunas velas y varias de sus zapatillas favoritas. "Sí, creo es lo único que necesito por ahora; tu sabes que este vestido cambia de color y mis zapatillas igual así que dudo necesitar de ropa." dijo Nathanielle con una sonrisa sincera que contagió a la otra hada. "Extrañaré nuestra casa." - "Vamos a regresar, tenlo por seguro... se que esto; es mi culpa." -"Nathanielle, no es culpa tuya haberte enamorado, al contrario... quizás fuiste la única valiente de todas nosotras y nos sentimos orgullosas de ti, tu amor vale más que toda nuestra magia junta y lo sabes." Nathanielle se quedó pensando, en silencio. -"Mis alas estan reapareciendo y si su corazón sigue latiendo de miedo o por lo que sea, voy a volverme un hada de nuevo; sin derecho a amar nunca más." las lagrimas se habían descongelado y caían por sus mejillas suavemente. -"No vamos a permitir que eso pase nunca, ¿que podemos hacer para que esto no pase?" -"Podría impedirle que latiera su corazón o esperar que él lo haga por si solo, que regrese antes de que sea tarde y si siento que se tarda demasiado; puedo pedir mis alas de regreso; pero me olvidaría de todo; él se olvidaría de mi y sólo en la remota posibilidad de que volvieramos a encontrarnos... él me amaría y yo a él de nuevo." El hada la veía atónita pues jamás había imaginado que amar sería tan complicado. -"Se que todo saldrá bien, ahora vamonos antes de que sea muy tarde querida." Las hadas se tomaron de la mano y salieron corriendo por la puerta de madera, bajaron las escaleras mohosas y cerrarón trás de si la puerta de la entrada. "Adios."

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