viernes, 4 de mayo de 2012

El dragón.

El Dragón. 

Parecía que el suelo había evaporado toda la vida de aquel enorme dragón que yacía al costado del enorme castillo derrumbado que alguna vez se dedicó a cuidar. Sus alas no eran más que un recuerdo de lo majestuoso que fue ese animal, su piel ahora gris alguna vez había sido del mismo color que el cielo, un azul que parecía morado y con destellos que parecían estrellas impregnadas en su piel. Ese dragón se encargaba de cuidar la entrada de ese enorme castillo, un castillo que era prohibido visitar por cualquier humano, pero el caballero había logrado cruzar. Ni el fuego de sus fauces había logrado detener el andar de ese joven caballero que varias décadas atrás se había propuesto rescatar a la princesa. El dragón conservaba entre sus enormes garras una diminuta corona que había logrado robar de la princesa y en su corazón se encontraba la espada del caballero, la espada que le había dado final a sus días y sus noches. En sus ojos imaginarios el dragón guardaba las memorias de aquel Caballero y aquella Princesa que lo habían vencido, pero aun su alma que vagaba por el castillo se preguntaba. ¿Y por qué no están juntos?
¿Donde estaba su vida? ¿Donde estaban ellos? ¿Donde estaba su corazón? 

1 comentario:

  1. Wao, bueno forma de describir a ese enorme dragón que a pesar de haber sido derrotado aun se cuestionaba el porque de muchas cosas que no debían de ser así. Siento que he visto este dragón en algún otro lugar, sin duda, sin duda

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