Entre las torres y la tierra.

En un enorme castillo, más alto que la última nube del cielo; había escondido entre sus dos enormes torres un hermoso dragón invisible. ¿Y cómo saber que era hermoso? Quizás por que cuando desprendía vuelo todas las nubes del cielo desaparecían y dejaba que el sol se viera a todo resplandor. Quizás era hermoso por que en los fríos inviernos su respiración calentaba el aire y bajaba al suelo donde pocos podían sentir de nuevo calor. Pero aquel dragón era muy triste, y lloraba aveces, pero cómo era invisible todos pensaban que era simple lluvia, no lagrimas de dragón. Le dolía despertarse y no verse en ninguno de los espejos del castillo, ni en las enormes ventanas había reflejos de él. En el agua de los grandes lagos; los peces nadaban tranquilos al no percatarse que un dragón buscaba su reflejo.Una tarde mientras borraba las nubes grises, el dragón sintió un frío recorrer su piel, inexplicable brisa que provenía de un irreconocible lugar. Voló hasta donde era más fuerte la brisa y ahí vio a una diminuta criatura que jugaba con el viento, hacia círculos con sus manos en el cielo y los elevaba por encima de su cabeza. De pronto la alada criatura volteó y al notar al dragón voló asustada hasta llegar a lo alto de una roca morada. El dragón emocionado de que por fin alguien lo había visto hizo con sus alas tanto viento como pudo y con un suave soplido se lo envió al hada. Ella un tanto desconfiada salió de su escondite y tomo un poco de aquel mágico viento de dragón e hizo un poco de brisa. Aquella brisa cálida, suave y con hermoso sonido llegó hasta la tierra de los humanos; donde las hojas por el calor tomaron un tono rojizo; donde el viento hizo que cayeran para decorar el suelo y el sonido acompañaba a todas las hojas en su recorrido por la tierra. Y así un dragón invisible y una hada traviesa se encargan de darle vida a este otoño, que siempre es cálido a pesar del viento.